17 abr 2011

Calles como personas


 (De Horacio Caride Bartrons)

Hacia fines de la década de 1980, Richard Morse publicó un ensayo, donde asimilaba la forma de clasificar y entender las ciudades de occidente a la personalidad de la gente: según su país de origen, su trabajo o función predominante e, inclusive, según su forma de crecimiento y desarrollo. Pareciera que, descendiendo de escala, esos lugares privilegiados de la escena urbana que llamamos calles son susceptibles de ser asimilados a la misma idea. Una calle es, de alguna manera, un ser vivo e inteligente que muere y renace con sus nombres. Con ellos se puede hacer historia y, por qué no, recrear la propia.
Claro que hay historias de grandes calles, de buenas calles, de malas calles y relatos de todas las calles. Pero no es lo mismo. Lanzo una hipótesis tan atrevida como apresurada: los cambios en las denominaciones de las calles condensan muy bien la relación que una sociedad urbana tiene con su pasado y, en definitiva, muestran lo que piensa de si misma.
Nací en Villa Devoto (del lado de afuera, chiste obvio, antiguo y fácil). En una calle que por esos tiempos mis abuelos llamaban Lácar, aun cuando ya no tenía ese nombre. Muchos años antes, desde fines del siglo XIX, en tiempos de la fundación barrial, se llamó Valparaíso. El año que yo nací (¿casualmente?) le pusieron José Luis Cantilo. Es curioso como esos nombres acompañan la vida de uno. El puerto chileno forma parte de un pasado que no me pertenece. En cambio, el lago del sur (¿alguien sabe qué o quién fue Lácar?) es una representación proyectada desde la historia de mis mayores. La infancia se relaciona con el apellido del intendente porteño. En 1974, a algún funcionario se le ocurrió que, o era una calle muy larga o había mucho Cantilo en Buenos Aires. La cuestionada elección recayó sobre el nombre de un patriota paraguayo -El mariscal Francisco Solano López- que dirigió los ejércitos de su país contra el triple enemigo argentino, brasileño y uruguayo. Ese inseguro nombre es inseparable de mi adolescencia. (La historia donde los vencedores recuerdan al vencido también merece ser contada).
Mi calle fue Valparaíso unos treinta o cuarenta años, Lácar otro tanto, Cantilo exactamente veintitrés y hace treinta y seis años que es López. Como si fuera un alma que va de un ser a otro, en una serie de reencarnaciones de hinduismo urbano, en vidas anteriores fue ciudad, lago e intendente, y ahora prócer. Pareciera que la interpretación de Morse es aplicable a estos casos, aun en términos metafísicos. Ciudades como personas. Calles también.
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Imagen: Nocturno. Calle porteña (Foto tomada de saboogle.blogspot )
Nota tomada de saboogle,blogspot .